Rajoy y los niños

«No sólo privaría el PP a los niños de una enseñanza digna, enriquecedora e igualitaria, sino que encerraría a los menores»

Cuando llegan estas fechas siempre hay algún candidato que de uno u otro modo deja claro que los niños no votan, suele ser alguna voz de la derecha, ubicación política amante de la superioridad y el autoritarismo. -Los niños solo deben hablar cuando se les pregunta- y en las elecciones no es el caso.

Le tocó el turno a D. Mariano Rajoy, candidato del Partido Popular, que parece haberla emprendido con los menores desde diversos ángulos. Y cómo D. Mariano tiene claro que los niños no votan, y por tanto no entrañan riesgo alguno para su candidatura, le es mucho más fácil decidir pesimistamente sobre su porvenir. Así, ante el interrogante de qué futuro quiere el Sr. Rajoy para los niños españoles y afincados, las respuestas se acumulan en hilera y por el orden que él mismo, en persona y con su propia voz, ha ido presentando como suculentos y prometedores aperitivos de su campaña electoral, a saber.

Eliminar de la enseñanza la asignatura de Educación para la Ciudadanía, debe ser una de las prioridades que se ha marcado D. Mariano para si casualmente ganase las elecciones, algo poco probable por la escabrosa senda que ha elegido. Es decir, considera el candidato que los alumnos de primaria no necesitan aprender aspectos tan importantes como conocer la democracia en la que viven y formarse en el respeto a los demás.

Sobre el compromiso a favor de una enseñanza pública de calidad, omite D. Mariano alguna referencia. De cualquier español es conocido, y así lo ha puesto de manifiesto cuando ha gobernado, que la derecha de éste país ama por encima de todo la enseñanza privada, cuanto más privada y más cara mejor para los hijos de las elites del poder social y económico. Niños con recursos equivale a desigualdad de oportunidades con respecto a niños sin ellos, menos competencia.

El colmo de los colmos de las intrépidas salidas de D. Mariano, ha sido criminalizar a la infancia. Decir que hay niños de doce años delincuentes y que hay que rebajar la edad penal, es verdaderamente espeluznante.

Por lo que libre y voluntariamente anuncia, no sólo privaría el Partido Popular, a los niños de una enseñanza digna, enriquecedora e igualitaria, sino que además encerraría a los menores, les privaría de libertad, en vez de dirigir una reorientación familiar, un encauzamiento, una reeducación social, que será lo que se necesite tal vez, si es que se da el caso, uno al año de que un menor caiga en delitos de sangre. ¡Pero de que está hablando éste señor! Acaba de retroceder siglos sobre todas las teorías de tratamiento del delito por medio de la rehabilitación.

Hay voces autorizadas y con argumentos harto razonables, que claman por establecer la mayoría de edad penal coincidente con la civil. Hoy día en nuestro sistema legal es penalmente responsable un menor de edad, de dieciséis y diecisiete años, mientras que sus derechos cívicos y su capacidad de obrar jurídicamente, comienza a los dieciocho. No parece justo que nadie sufra en sus carnes una pena impuesta por leyes contra las que no tiene facultad de elegir, ni votar, ni impugnar. ¡Pero D. Mariano! Que le van a temer los niños, luego se oirá cuando no quieran comer: ¡Qué viene Rajoy! Y será investido como el camuñas del siglo XXI.

Poco halagüeño se pone el futuro que promete el Partido Popular: los niños primero, luego las mujeres: limitaciones al aborto, recursos contra las leyes de igualdad, guerra al velo islámico (¿Y las tocas clericales?), persecución y reducción de derechos para los homosexuales, acoso a los inmigrantes que no canten el Cara al Sol o se confiesen semanalmente, acecho a las personas mayores o enfermos terminales que sufran su agonía con dolor no sea que les apliquen los paliativos para que no sufran, sanidad sin médicos, ¡El que tenga prisa que se vaya a la privada y pague!

Sanciones, penas, más fuerzas de seguridad y el fortalecimiento policial hacia un estado represor que acabará con un recorte de libertades públicas. Lo que promete el PP se aproxima mucho a un verdadero estado de excepción en el que las libertades individuales quebrarían en favor de una administración intervencionista escondida bajo el argumento de la seguridad ante males apocalípticos inexistentes.

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