Benedicto, no basta con pedir perdón

Parecer ser que Benedicto XVI tiene que añadir a la agenda de cada una de sus visitas pastorales un apartado especial para pedir perdón por los casos de abusos de sacerdotes a menores. No es cuestión ahora de hacer toda una retrospectiva da cada viaje pero sí señalar lo ocurrido en EEUU y ahora en Australia. En el primer caso además de disculpas hubo una reunión con las víctimas en el segundo no. Alguien podría pensar que como el Papa se disculpa el problema está resuelto pero no creo que sea suficiente.

Cuando se ha visto obligado a reconocer en público la situación y a pedir perdón el escándalo era de tal magnitud que una mera disculpa no sólo sabe a poco sino que sabe a burla. Con Galileo tardaron más de cuatrocientos años en admitir el error. En esta ocasión las condenas judiciales, las elevadas indemnizaciones en algunos casos, la insistencia de las víctimas por dar a conocer sus casos y la publicidad desde los medios de comunicación han hecho el resto.

Son disculpas forzadas que dejan un regusto amargo ni satisfacen a las víctimas porque no nacen del acto de contrición que se exige a todo pecador para confesar ni del dolor de los pecados que debe sentir un arrepentido sincero ni de un profundo propósito de la enmienda de evitar por todos los medios volver a pecar. La propia doctrina de la Iglesia respecto al sexo no ha variado en nada ni parece ser que vaya a haber ningún cambio que colabore a erradicar el problema. Nada hace pensar que vaya a haber un auténtico cambio de actitudes que acabe con estos abusos.

Lo único claro que se ha visto son los intentos por parte de la jerarquía eclesiástica de llegar a arreglos privados -económicos- para que no salgan a la luz pública más casos. Así que este Papa y los que vengan después tendrán que continuar metiendo en sus agendas de viaje más apartados para pedir disculpas. Pero las palabras también se desgastan con su uso.