Las Ministras y el machismo.

Zapatero ha formado un gobierno en el que, por primera vez en nuestro país, el número de mujeres es superior al de hombres: nueve ministras frente a ocho ministros. Lo que debería ser considerado como algo normal se ha convertido en tema de conversación y burla dentro y fuera de nuestras fronteras, en objeto de crítica sin ni siquiera esperar los preceptivos 100 días.

A los columnistas retrógrados que ponen el grito en el cielo ante el nombramiento de una mujer como ministra de Defensa o desprecian a quien ocupará la cartera del recién creado ministerio de igualdad, a esos “modistillos del machismo” patrio que aceptan a “Carmen Chacón como animal de compañía” o especulan cómo habrá conseguido Bibiana Aído el ministerio que encabeza, a todos ellos las mujeres de este país no tienen nada que agradecerles por los derechos conseguidos, más bien todo lo contrario. Porque, seamos serios, ninguno de estos defensores de no se sabe qué valores se habrían molestado en rellenar sus columnas del machismo más rancio si el gobierno de Zapatero hubiese sido un gobierno con un ministro de Defensa, si hubiese sido el gobierno de Sarkozy, con ocho hombres y siete mujeres, o el de Berlusconi, el de la prevalencia de hombres en política porque “no es fácil encontrar mujeres protagonistas preparadas para la actividad del Gobierno”. Algunos esperamos con ansia una columna dedicada a “il cavaliere” y a su ministra de igualdad, la del decálogo de la mujer feliz como política fundamental para hacer efectiva la igualdad entre hombres y mujeres, aguardamos una columna de la catedrática experta en floreros que analice a las candidatas propuestas por Berlusconi para el Parlamento, antiguas bailarinas de los programas de televisión de los canales de los que es propietario, mujeres tratadas como auténticos jarrones ornamentales.

En pleno siglo XXI sigue habiendo quien juzga y valora a las mujeres por su apariencia, quien da por hecho que si una mujer alcanza un puesto de responsabilidad es por algo más que por su valía y su competencia, quien admira al hombre ambicioso pero trata a la mujer ambiciosa como a una fresca, quien considera que una embarazada es poco menos que una “incapacitada” que no puede llevar a cabo su trabajo y que su única e imprescindible labor debería limitarse a parir más “machistas” con los que perpetuar este retrógrado mensaje. Los “modistillos del machismo” diseñan el patrón con el que otros confeccionan su desprecio hacia el sexo opuesto, con el que varios descerebrados ejercen su violencia contra quien se considera algo más que un florero sin capacidad de decisión, contra quien quiere tener las mismas oportunidades, los mismos derechos y las mismas obligaciones. ¿Para cuándo la penalización de esta apología del terrorismo machista?.