Cara y Cruz

La actualidad nacional más inmediata viene marcada por la cara del acoso policial a ETA y la cruz de la crisis económica. Como en los chistes, dos noticias: una buena y una mala. Empezamos por la mala. Me refiero al paro que, después de hacer las cuentas del segundo trimestre del año, ya se ha puesto en los dos dígitos. El paro suele aparecer en los cuadros macroeconómicos que utilizan los poderes públicos para organizar sus hojas de ruta. El paro es, entre otras cosas, enemigo del consumo. Y el consumo es uno de los grandes motores del sistema productivo.

Sin embargo, la verdadera dimensión del paro es social. En esa clave son demoledoras las últimas cifras hechas públicas por la EPA (Encuesta de Población Activa) y la perspectiva de un septiembre más negro de lo imaginado antes de la última revisión de las previsiones en materia de empleo. El paro como precursor del malestar social. Esa es la mala noticia. La buena es el reencuentro PSOE-PP en la lucha contra el terrorismo de ETA, asociada al altísimo nivel de eficacia policial que los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado nos vienen regalando en estos últimos meses. La última vez, con ese golpe al llamado comando Vizcaya, que era el brazo operativo más activo de la banda terrorista en estos momentos.

Para los enredadores solo queda esa duda metódica sobre lo que Zapatero y Rajoy quisieron decir al acordar que el Gobierno no pagará ningún precio político por el final de ETA. Unicamente los medios nacionalistas próximos al Gobierno vasco (véanse las declaraciones de su portavoz, Miren Azkárate), se han mostrado contrariados por entender que ese punto de los acuerdos de Moncloa equivale a un nunca jamás al final dialogado de la violencia en los términos del punto diez del viejo Pacto de Ajuria Enea y la resolución parlamentaria de mayo de 2005.

De todos modos, yo no estaría tan segura de que esa interpretación sea la correcta. En realidad también se excluía el pago de un precio político en el anterior y polémico proceso de «final dialogado de la violencia». La diferencia es que entonces el PP no se lo creía y por eso elaboró la doctrina de la claudicación, mientras que ahora Rajoy está seguro de que Zapatero, como él, no tiene un objetivo distinto al de acabar con ETA de una vez por todas. Sin embargo, queda la puerta abierta para un final dialogado en el que, a diferencia de lo que ocurrió en anteriores ocasiones, servirá para pactar solamente el cuándo, cómo y dónde dejan las armas los terroristas de ETA.