La crisis de Izquierda Unida

Lo de Izquierda Unida no se puede explicar tan sólo por el llamamiento al voto útil y por la ley electoral. Es posible que eso haya sido la puntilla, pero hay otras razones achacables y no a factores externos que deben explicar lo que ha ocurrido, porque con el mismo sistema electoral, IU ha tenido 18, 19 y hasta 23 escaños en otras ocasiones. La falta de definición política en algunos aspectos, la ausencia de un modelo territorial claro que les ha llevado a sostener una política de alianzas errática y difícil de explicar.

Resulta difícil sustraerse a la conclusión de que la gestión de Llamazares y de su equipo no ha estado a la altura de lo que se esperaba. Si sumamos la proximidad al PSOE, con un sistema preparado, el resultado no puede sorprendernos. Izquierda Unida se diluye.

La proximidad de Gaspar al PSOE, ha conllevado que la gente a la hora de votar lo hiciera por el caballo ganador, al no encontrar un proyecto distinto y creíble en la IU de Llamazares.

Bajo mi punto de vista, no podía ser de otra manera, la dimisión de Llamazares es una de las pocas cosas positivas que ocurrirán gracias a este resultado, así como la posibilidad de erigir a una cabeza visible con un ideario más realista y menos utópico como hasta ahora ha sido el de Llamazares.

Es lógico esperar que las corrientes más críticas del partido cobren un mayor protagonismo a la hora de elegir un cabeza de partido con valía. Esté quien esté, se haga como se haga, pienso que la total y radical democracia tiene que volver a lo interno del partido, como máxima de avance tanto interno, como externo.

Lo de IU no se resuelve en una asamblea apresurada y sin tiempo para el debate real, en la que las diferentes direcciones hacen sus encajes al margen de la militancia. Si se pretende dar cerrojazo en junio, la próxima vez serán trescientos mil votos repartidos por toda España y ningún diputado. Luego nadie y luego nada. O sea, como el CDS.


Foto tomada de El Norte de Castilla.

¡Gracias!, señores obispos.

El PSOE nunca les estará lo suficientemente agradecido a los obispos españoles por sus intervenciones durante la campaña electoral y especialmente por esas orientaciones morales para votar que equiparaban votar al PSOE con apoyar a los terroristas.

Los obispos españoles han llevado una buena cantidad de votos al PSOE dentro de las urnas. La Iglesia es la institución menos valorada por los españoles y cualquier indicación (eufemismo de orden) que se reciba de ella provoca un rechazo reactivo que produce las consecuencias contrarias a las que pretenden.

Pero también los obispos españoles han conseguido destrozar buena parte de la campaña electoral del PP sacando temas como la investigación biomédica, la familia tradicional o la presunta persecución religiosa que supondría una asignatura como “Educación para la Ciudadanía”. El PP quería centrarse en asuntos económicos, aprovechando la desaceleración internacional, y hablarle al “currante” y se vieron en medio de un debate sobre el papel de la Iglesia en la sociedad en el que no tenían nada que ganar.

La próxima vez que los obispos quieran participar en la vida política deberían leerse a Max Weber y conocer la diferencia entre convicción y responsabilidad, sobre todo si quieren beneficiar al PP y perjudicar al PSOE.