El PP defiende la jornada laboral de las 65 horas semanales

Parece que al mismo tiempo que se recupera lentamente la normalidad en el transporte, si es que por normalidad se puede entender el desbloqueo de las carreteras y no, lamentablemente, que se haya encontrado una solución satisfactoria a la precaria situación de los transportistas, algo similar ocurre con la vida política.

El PP comienza a encontrarse a sí mismo y a aprovechar la inacción del gobierno, que aparentemente pensaba que iba a estar toda la legislatura sin oposición y se ha permitido una siestecita en los laureles, para atacarle duramente. Lo interesante es que tras el espejismo de moderación centrista que han tratado de vendernos y que cada vez estoy más convencida de que ha sido únicamente una jugada maestra de Rajoy para quitarse de enmedio a quienes le hacían tanto sombra como oposición interna para volver exactamente al mismo punto que antes de que todo empezara libre de hipotecas, pero sin moverse ni un milímetro, lo interesante, decía, es que además del lógico ataque al gobierno por la situación creada por la huelga y su gestión, casi obligatoria para un grupo de la oposición tanto formal como ideológica, el PP ha decidido, según informa La República, posicionarse a favor de la directiva europea sobre el aumento de la jornada laboral semanal a 65 horas en una muestra tan descarada como legítima de su filiación neoliberal pura y dura.

Lo irritante es que recurran una vez más a un subterfugio tan inconsistente como ridículo para justificar su posición como decir que en realidad no se trata de una obligación (¡faltaría más!) sino de la simple eliminación de la restricción que limitaba la jornada a 48 horas, una conquista de la libertad, vamos.

A mi no me molesta que alguien pueda defender posturas contrarias a las mías, creo que es incluso bueno que sea así, pero sería de agradecer que se hiciera desde la honestidad, que se dijera claramente que se identifican con la reforma y que argumentaran porqué tratando de evitar en lo posible de tomarle el pelo a los ciudadanos.