¿Elecciones episcopales?

Las pasadas elecciones en la Conferencia Episcopal han suscitando en los medios de comunicación opiniones y datos sobre los distintos candidatos y las posibilidades que tenían de resultar elegidos. Hay una impresión extendida de dar por aceptado que la Iglesia católica es y será siempre una institución jerárquica y vertical en la que los ámbitos de participación están limitados y restringidos a ciertas cuestiones.

Sin embargo la historia de la Iglesia aporta abundantes muestras de que la situación fue bien distinta en los primeros siglos del Cristianismo, cuando el Pueblo de Dios intervenía activamente en todos los aspectos de la vida de la Iglesia y concretamente en la elección de los obispos. La frase de San Celestino, papa, “ningún obispo impuesto” debe llevar a la reflexión. Ahora tenemos unos obispos que no han sido elegidos y que entre ellos van a elegir a los que tendrán mayores responsabilidades en la CEE durante los próximos años.


El siglo XX puso de manifiesto que las sociedades deben construirse sobre principios democráticos, de igualdad y justicia. En definitiva, sobre la base de los Derechos Humanos. La Iglesia Católica como institución no ha firmado la Declaración Universal de Derechos Humanos ni el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1966 y mantiene entre otras cosas una flagrante discriminación de la mujer. El Papa tiene otorgados unos poderes que le asimilan a un monarca absoluto y como consecuencia nos encontramos con una institución que está cada vez más alejada de las realidades y demandas que viven los católicos del siglo XXI y que ve cómo aumentan las dificultades para poder presentarse como voz autorizada ante organismos internacionales que tienen el funcionamiento democrático como requisito.


La Iglesia Española, en su jerarquía, habría de estar formada por colectivos y comunidades que apostaran decididamente por una Iglesia de iguales, participativa y democrática. Desde ese convencimiento reclamamos con urgencia la “puesta al día” de la jerarquía eclesiástica en todo lo relativo a la defensa de los Derechos Humanos, sobre todo de los más pobres e indefensos. El Concilio Vaticano II abrió muchas expectativas para hacer realidad una Iglesia más libre y fraterna, sin estamentos y con el reconocimiento pleno de los laicos. Hoy suena desgraciadamente para muchos como algo lejano y olvidado.


Pedimos al futuro presidente de la CEE que acepte la pluralidad existente en la Iglesia española y propicie realidades de diálogo y participación. Nosotros no tenemos un candidato al que apoyar pero sí una opción prioritaria por la democracia en la Iglesia.